Del Aula a Kundalini: Mi viaje transformador en Bali

“Del Aula a Kundalini: Mi viaje transformador en Bali”

Para mí, era la forma ideal de cruzar el umbral hacia un nuevo capítulo de mi vida. Me había jubilado tras 38 años enseñando a alumnos de secundaria en el sector público, y sentí que sería bueno tener tiempo para adaptarme a un nuevo yo. Me sentía un poco a la deriva sin el horario que me había impuesto mi carrera, y quería tiempo para descubrir quién era. Nunca había pasado tanto tiempo ni había estado tan lejos de mi familia en casi 40 años. ¿Cómo lo afrontaría?

Pasar unos días sola en Ubud (contraté a un conductor para explorar, hice un curso de cocina) me ayudó mucho a aclimatarme tras el largo vuelo. Aunque la contaminación fue un shock (no hay infraestructura para combatirla y las carreteras están atascadas), la calidez y amabilidad de la gente que encontré fue una delicia. Siempre me sentí segura. Por todas partes se percibe una suave espiritualidad en las preciosas ofrendas de flores que decoran estatuas, entradas, en todas partes, y, una vez que te alejas de esas carreteras, la belleza de Bali es un bálsamo.

Por suerte había decidido compartir habitación y en recepción me dijeron que mi amigo ya había llegado. Como no tenía ni idea de con quién compartiría, me sentí divertida. Y sin embargo, ¡así era! Compartir fue la mejor elección que pude hacer, y te recomiendo que aceptes la experiencia. Significó que el proceso de conocer a la gente se aceleró y me pareció que encarnaba el propósito del curso: ser receptivo a los demás para conocerte mejor a ti mismo.

El curso es completo: largas jornadas con poco tiempo para ti mismo. Uno de los requisitos es asistir a cinco sadhanas. Sin embargo, el silencio de la mañana, mientras avanzábamos en un silencio amortiguado por los senderos hasta la shala en la oscuridad previa al amanecer, era tan hermoso. Sentarse con las piernas cruzadas en el suelo durante horas y horas fue todo un reto. Había algunos cojines disponibles, pero me di cuenta de que los que compraban los suyos parecían más cómodos. Tus retos no serán los mismos que los míos (a mí me resultaban duros los interminables círculos para compartir, pero fueron fuente de mucho aprendizaje para mí, perfeccionando mi capacidad de escucha, mi paciencia y mi compasión), pero descubrí que era en los retos donde realmente se aprendía.

Una de las cosas que me preocupaba era si lograría pasar de la enseñanza académica a dar instrucciones a nivel físico. No tenía por qué preocuparme. El curso está impresionantemente diseñado para desarrollar tus habilidades casi de inmediato. Empiezas poco a poco, trabajas en parejas para apoyarte mutuamente, experimentas las Kriyas antes de enseñarlas, tienes amplias oportunidades para desarrollarte. Trabajamos en distintos grupos, ampliando nuestros conocimientos a una gama más amplia de personas. Una diferencia significativa respecto a otros cursos de Nivel Uno fue tener dos sesiones prácticas, por lo que hubo una oportunidad real de ver los progresos. Y tuvimos grandes profesoras: mujeres maravillosas cuya individualidad proporcionó ejemplos de diferentes formas de ser profesora de Kundalini.

Situada en los arrozales, la Yoga Shala era un lugar precioso. Pero el agua significaba mosquitos, así como las deliciosas travesuras de los patos y los sonidos de las salamanquesas y las ranas. Para mí, las mangas largas y el aceite esencial de romero en los pies resultaron eficaces. Vuelvo allí con regularidad: siempre que hago Sat Kriya, oigo el murmullo de los demás a mi alrededor. Cuando toco Hummee Hum, estoy de vuelta en la Shala, con las manos sobre mi espacio-corazón, conectada con ellos.

Y fue una forma maravillosa de hacer ese ajuste. Volví más segura, enriquecida por los maravillosos amigos que había hecho, las conversaciones que había mantenido, la escucha: Preparada. El impacto del curso continúa de todo tipo de formas inesperadas…

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Autor: Michelle Holloway – Estudiante de Nivel Uno de Inmersión en Bali 2023

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