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Aunque el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) ya no es la potencial epidemia mundial mortal que era hace unas décadas y ha perdido la atención de los medios que una vez tuvo, sigue siendo una enfermedad prevalente y mortal que exige atención y recursos. El VIH debilita el sistema inmunológico de una persona al destruir las células T CD4, que combaten enfermedades e infecciones. Si no se trata, el VIH progresa al Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) en unos 10 a 12 años. Los científicos creen que el VIH puede haber saltado de los simios a los humanos desde fines del siglo XIX, aunque 1981 marca el primer informe oficial de lo que se conoce como la epidemia del SIDA. El virus se transmite a través del contacto con sangre, semen o fluidos vaginales infectados. Por lo tanto, las personas que se involucran en conductas de riesgo, como sexo sin protección con múltiples parejas o usuarios de drogas que comparten jeringas, tienen un mayor riesgo de contraer el VIH. Estas razones también hacen que las prisiones sean entornos de alto riesgo para la transmisión del VIH. Además, el estrés, que compromete las vías inmuno-neuroendocrinas, puede conducir a una mayor replicación del virus del VIH y una progresión más rápida de la enfermedad.

Actualmente, alrededor de 36,7 millones de personas en todo el mundo viven con el VIH y en 2014 fue la octava causa de muerte entre las personas de 25 a 34 años. Los tratamientos farmacológicos como la Terapia Antirretroviral (TAR) ralentizan la progresión de la enfermedad, aumentando tanto la esperanza como la calidad de vida. Sin embargo, hay efectos secundarios significativos de los medicamentos contra el VIH que van desde erupciones cutáneas, anemia, náuseas y diarrea hasta insuficiencia hepática o renal grave. También se recomienda la psicoterapia para ayudar con el deterioro de la calidad de vida, ya que los sentimientos de desesperanza, depresión y estrés son comunes entre los pacientes con VIH.

Hasta el 74 % de las personas con VIH también suelen buscar terapias complementarias para controlar los síntomas del VIH o los efectos secundarios de los medicamentos. Una de esas terapias es el yoga, que se ha asociado con la reducción de la angustia psicológica, el aumento del recuento de células T y la amortiguación de la disminución de las células T CD4. El yoga es bien conocido por su capacidad de disminuir la activación del estrés tanto en el sistema autónomo a través de la reducción de la actividad simpática como en el eje hipotálamo-pituitario-suprarrenal a través de una reducción en los niveles de cortisol. La evidencia sugiere que los niveles elevados de cortisol pueden mejorar la replicación viral y conducir a una progresión más rápida de la enfermedad del VIH. El aumento de la carga viral también puede inhibir la formación de nuevas células sanguíneas indiferenciadas (células madre hematopoyéticas) y el yoga parece desempeñar un papel en la restauración de los niveles normales de hematopoyesis a través de la posible regulación de la expresión génica y otros mecanismos desconocidos. El yoga también mejora la calidad de vida y aumenta la autoeficacia al permitir que los pacientes desempeñen un papel más activo en su tratamiento. El componente espiritual del yoga es un beneficio adicional que puede mejorar el bienestar psicológico entre las personas con enfermedades crónicas.

Estos mecanismos pueden ayudar a explicar los alentadores hallazgos recientes del yoga para la investigación del VIH. En 2016, investigadores de la Escuela de Yoga y Ciencias de la Vida de la Universidad S-VYASA en Bengaluru, un instituto de investigación de yoga líder en la India, estudiaron a 44 pacientes con VIH que fueron asignados aleatoriamente a una intervención de Yoga o a un grupo de control. La intervención de Yoga de una hora de duración incluyó posturas físicas, respiración, relajación y meditación, practicada 6 días a la semana durante un mes. El grupo de control continuó con su rutina diaria en el centro de rehabilitación del VIH. Al final del estudio, los sujetos de control tuvieron un aumento en las puntuaciones de ansiedad y depresión, así como una reducción en los recuentos de células CD4, aunque estos cambios no fueron estadísticamente significativos. Por otro lado, los participantes de yoga mostraron una reducción significativa en las puntuaciones de depresión y un aumento significativo en el recuento de células CD4 en comparación con el grupo de control. Por lo tanto, parece que solo un mes de práctica de yoga es suficiente para reducir la depresión y mejorar la inmunidad en pacientes adultos con VIH.

Otro estudio piloto reciente se publicó en el Journal of Complementary and Alternative Medicine en 2015. Investigadores del Miami Center for AIDS research, en la Universidad de Miami, FL, observaron a 24 pacientes con VIH que también consumen crack. Los sujetos fueron asignados a una intervención de Yoga Meditation (YM) o a un grupo de control sin contacto. El grupo YM participó en dos sesiones semanales de 60 minutos que incluían movimientos yóguicos, respiración, meditación y relajación de Yoga Nidra. La intervención duró 2 meses y los investigadores concluyeron que el programa era aceptable y factible con un 89 % de asistencia general y un 83 % de participación en las sesiones de yoga. Aunque los participantes de YM mostraron mejoras modestas en sus puntajes de calidad de vida (QOL), sus niveles de cortisol salival no cambiaron. Los investigadores atribuyen esta anomalía a la naturaleza de la subpoblación (usuarios de cocaína con VIH), al pequeño tamaño de la muestra y al corto tiempo de intervención. Sin embargo, se destacaron mejoras significativas en la Escala de estrés percibido y la Escala de impacto de eventos (variables de calidad de vida). Dado que ambas escalas miden el estrés y la respuesta a eventos estresantes/traumáticos, estos hallazgos positivos sugieren que una intervención más prolongada podría mejorar aún más la CdV en esta población.

A pesar de los resultados alentadores de estos primeros estudios, su fuerza es limitada debido a las limitaciones del diseño de la investigación de tamaños de muestra pequeños, tiempos de intervención cortos y la falta de grupos de control activos. Se requieren ensayos controlados aleatorios (ECA) más grandes para agregar poder estadístico y comprender mejor los mecanismos que subyacen a la eficacia de las intervenciones de yoga para pacientes con VIH. Un nuevo y emocionante estudio en Halifax, Canadá, evaluará los efectos de una intervención de yoga basada en la comunidad de 12 semanas sobre la cognición, el equilibrio, la salud mental y la calidad de vida en 30 pacientes con VIH. La investigación continua y los nuevos estudios ampliarán nuestra comprensión del potencial terapéutico del yoga para los pacientes con VIH y resaltarán los mecanismos subyacentes a los beneficios observados.

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